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Tenuta La Viola

La familia Gabellini, propietaria de la empresa, se trasladó a Bertinoro desde el interior de Romaña, adquiriendo en 1962 las tierras con viñedos de Sangiovese y Albana, que en aquella época se cultivaban tradicionalmente en vaso.

El vino tenía una gran importancia en la tradición campesina, y servirlo en la mesa significaba compartir con los invitados el amor y el orgullo por los frutos del trabajo de la tierra. Ya entonces no se consideraba sólo comida, sino un punto de conexión entre las personas, una oportunidad para estrechar lazos.

Para ellos, el vino representa la tradición y la pasión, y les une inseparablemente a su tierra. Creen profundamente que la historia, la experiencia, la dedicación y la profesionalidad de quienes trabajan la tierra confluyen en la calidad y el carácter de los vinos obtenidos, haciéndolos únicos.

Siempre han creído en la agricultura ecológica, certificada desde 1999. Se abstienen de utilizar insecticidas químicos en sus cultivos, preservando la salud de las personas y de las vides por igual, permitiendo que cada viñedo mantenga su equilibrio natural, sus fragancias intactas, sus colores vibrantes y su envolvente atmósfera de armonía.

Desde 2018, han iniciado prácticas de agricultura biodinámica para estimular la actividad del suelo, facilitando procesos vitales en la gestión de sus viñedos. La fertilización, el cultivo y la cría se llevan a cabo de manera que respeten y promuevan la fertilidad y la vitalidad del suelo, así como las cualidades típicas de las especies vegetales y animales. La cubierta vegetal se alterna con abono verde, la cubierta herbácea se siega mecánicamente y no se practica ninguna escarda química.

La gestión del viñedo y las operaciones de vendimia se realizan todas manualmente. No utilizan mesas de selección; la selección de la uva se hace a mano directamente en el viñedo durante la vendimia.

Actualmente, la extensión de sus viñedos abarca unas 12 hectáreas, 10 de ellas en propiedad y 2 en arrendamiento, con una producción media anual de 50.000 botellas.

Paseando por sus viñedos, se respira una atmósfera atemporal, que capta la profunda devoción de toda una familia por su tierra.

En la bodega, favorecen las fermentaciones espontáneas con levaduras autóctonas que mejor interpretan la añada y el terruño; el afinamiento se produce sobre lías finas, se utilizan grandes barricas de madera y depósitos de hormigón, y todas estas prácticas les permiten obtener vinos naturalmente caracterizados, vinos con alma. También experimentan con prácticas ancestrales como la vinificación en ánfora, que ha dado lugar a vinos excepcionales.

Para ellos, la sostenibilidad es un valor preciado, por lo que trabajan para preservar los recursos naturales para las generaciones futuras y buscan los mejores métodos para minimizar el impacto medioambiental. De ahí que sólo utilicen botellas ligeras para sus vinos, lo que reduce las emisiones de CO2 al medio ambiente.

Son miembros de la asociación FIVI, que agrupa a viticultores que cultivan sus propios viñedos, embotellan su propio vino y cuidan personalmente su producto. Los viticultores de la FIVI se abstienen de comprar uvas o vino con fines comerciales. Sólo compran uvas para necesidades extremas de vinificación. Los viticultores FIVI se adhieren a las normas enológicas, limitando el uso de aditivos innecesarios y costosos, centrando su atención en la producción de uvas sanas que no requieren maquillaje de bodega.

 

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